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La última vez que Paula me dejó sin aliento fue hace un año, cuando le envíe un mensaje para felicitarle por su cumpleaños y su mermado estado me hizo sentirme como el que pone un poco de barro sobre el muro agrietado de un pantano que rebosa. No pude más que decirle que ojalá pudiera regalarle lo que más necesitaba en este mundo, salud, aun siendo a costa de la mía. Ella me respondió que lo que decía no tenía ningún sentido, “de todas las personas que hay en mi vida tú has sido el que más salud me ha dado”. Era mentira, si eso pudiese cuantificarse esa persona sería probablemente mi madre, pero este momento recoge muy bien lo que ella siempre fue y será para mí, mi hermana mayor, alguien que en sus momentos más difíciles seguía anteponiendo mis necesidades a las suyas, asegurándose de que yo siempre estuviese cubierto, de que siempre escuchase lo que necesitaba oír. Al segundo día de perderle, cuando el polvo empezaba a asentarse, me di cuenta de que no iba a ser capaz de vol

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